11 de octubre de 2025

Fwd: "... y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias".



DOMINGO XXVIII -C- 2 Reyes 5,14-17/2 Tim 2,8-13/Lc 17,11-19-2

. Celebramos, coincidiendo con el domingo XVIII del T.O., la Virgen del Pilar. Por eso, a la luz de la Palabra propia de este domingo, vamos a mirar también a María, nuestra Madre, recordando algunas reflexiones del papa Francisco:


. La historia de Naamán, jefe del ejército del rey de Aram, es llamativa: para curarse de la lepra se presenta ante el profeta de Dios, Eliseo, que no practica ritos mágicos, ni le pide cosas extraordinarias, sino únicamente fiarse de Dios y lavarse en el agua del río; y no en uno de los grandes ríos de Damasco, sino en el pequeño Jordán. Es un requerimiento que deja a Naamán perplejo, sorprendido: ¿qué Dios es este que pide una cosa tan simple? Decide marcharse, pero después recapacita, se baña en el Jordán e inmediatamente queda curado. Dios nos sorprende; precisamente en la pobreza, en la debilidad, en la humildad es donde se manifiesta y nos da su amor que nos salva, nos cura, nos da fuerza. Sólo pide que sigamos su palabra y nos fiemos de él.

Ésta es también la experiencia de la Virgen María: ante el anuncio del Ángel, no oculta su asombro. Es el asombro de ver que Dios, para hacerse hombre, la ha elegido precisamente a Ella, una sencilla muchacha de Nazaret, que no vive en los palacios del poder y de la riqueza, que no ha hecho cosas extraordinarias, pero que está abierta a Dios, se fía de él, aunque no lo comprenda del todo: "He aquí la esclava el Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Es su respuesta.

Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros esquemas, pone en crisis nuestros proyectos, y nos dice: Fíate de mí, no tengas miedo, déjate sorprender, sal de ti mismo y sígueme.


. San Pablo, dice a su discípulo Timoteo: "Acuérdate de Jesucristo; si perseveramos con él, reinaremos con él". Mantener viva la memoria de Jesucristo es perseverar en la fe: Dios nos sorprende con su amor, pero nos pide que le sigamos fielmente. Nosotros podemos "fallar, ser infieles", pero él no puede, él es "el fiel", y nos pide a nosotros, a cada cristiano, luchar por mantener la misma fidelidad. A veces nos hemos entusiasmado con una cosa, con un proyecto, con una tarea, pero después, ante las primeras dificultades, hemos tirado la toalla. Y esto, desgraciadamente, sucede también con nuestras opciones fundamentales, como el matrimonio o la vida consagrada. La dificultad de ser constantes, de ser fieles a las decisiones tomadas, a los compromisos asumidos. A menudo es fácil decir "sí", pero después no se consigue mantener ese "sí" cada día. No se consigue ser fieles.

María ha dicho su «sí» a Dios, un «sí» que ha cambiado su humilde existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido el primero de otros muchos «sí» pronunciados en su corazón tanto en sus momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos «sí» culminaron en el pronunciado bajo la Cruz, de pie, destrozada pero fuerte y fiel.


. Y el evangelio nos narra la historia de los diez leprosos curados por Jesús: salen a su encuentro, se detienen a lo lejos, gritan: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Están enfermos, necesitados de amor y de fuerza, y buscan a alguien que los cure. Y Jesús responde liberándolos a todos de su enfermedad. Llama la atención, sin embargo, que solamente uno regrese alabando a Dios y dando gracias. Jesús mismo lo indica: diez han sido curados y uno solo ha vuelto a dar gracias a Dios.

Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: «Proclama mi alma la grandeza del Señor», es decir, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo.

Y esto nos recuerda que es necesario saber agradecer, saber alabar al Señor por lo que hace por nosotros. Decir gracias es tan fácil y, al mismo tiempo, tan difícil. Es una de las palabras básicas en la convivencia humana y no debemos darlo por descontado.  Que María nos ayude, como Madre, a mantenernos firmes en el pilar de la fe y la esperanza. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

1 de octubre de 2025

"Señor, auméntanos la fe"

DOMINGO XXVII TO -C- Habacuc 1,2-3,2,2-4/2 Tim 1,6-8.13-14/Lc 17,5-10

. Todos los textos de la liturgia de este domingo nos hablan de la fe, que es el fundamento de toda la vida cristiana. Jesús educó a sus discípulos a crecer en la fe, a creer y a confiar cada vez más en él, para construir su propia vida sobre roca. Por esto le piden: "Auméntanos la fe" (Lc 17, 6). Es una bella petición que dirigen al Señor, es la petición fundamental: no piden bienes materiales, no piden privilegios; piden la gracia de la fe, que oriente e ilumine toda la vida; piden la gracia de reconocer a Dios y poder estar en relación íntima con él, recibiendo de él todos sus dones, la valentía, el amor y la esperanza. Sin responder directamente a su petición, Jesús recurre a una imagen paradójica para expresar la increíble vitalidad de la fe. Como una palanca mueve mucho más que su propio peso, así la fe, incluso una pizca de fe es capaz de realizar cosas impensables, extraordinarias, como arrancar de raíz un árbol grande y trasplantarlo en el mar.

. La fe, fiarse de Cristo, acogerlo, dejar que nos transforme, seguirlo sin reservas, hace posibles las cosas humanamente imposibles, en cualquier realidad. Nos da testimonio de esto el profeta Habacuc en la primera lectura. Implora al Señor a partir de una situación tremenda de violencia, de iniquidad y de opresión; y precisamente en esta situación difícil y de inseguridad, el profeta introduce una visión que ofrece una parte del proyecto que Dios está trazando y realizando en la historia: "El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe" (Ha 2, 4). El impío, el que no actúa según la voluntad de Dios, confía en su propio poder, pero se apoya en una realidad frágil e inconsistente; por ello se doblará, está destinado a caer; el justo, en cambio, confía en una realidad oculta pero sólida; confía en Dios y por ello tendrá la vida.

. También el apóstol san Pablo, en la segunda lectura de hoy, habla de la fe. Invita a Timoteo a tener fe y, por medio de ella, a practicar la caridad. Exhorta al discípulo a reavivar en la fe el don de Dios que está en él por la imposición de las manos de Pablo, es decir, el don de la ordenación, recibido para desempeñar el ministerio apostólico como colaborador de Pablo. No debe dejar apagar este don; debe hacerlo cada vez más vivo por medio de la fe. Y el Apóstol añade: "Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de amor y de templanza".

. No tengamos miedo de vivir y testimoniar la fe en los diversos ambientes de la sociedad, en las múltiples situaciones de la existencia humana, ¡sobre todo en las difíciles! La fe nos da la fuerza de Dios para tener siempre confianza y valentía, para seguir adelante sin desfallecer. Fe y vida se sostienen juntas o se derrumban. Por supuesto, huir de la cruz es humano. Y tal vez también tener poca fe. Uno lo reconoce y confía en que el Señor tendrá misericordia, como la tuvo con Pedro, con la mujer pecadora...

. Santa Teresita del niño Jesús, cuya memoria celebramos el día 1 escribía en sus momentos oscuros: "Dios sabe muy bien que, aun no gozando de la alegría de la fe, procuro al menos realizar sus obras". Teresa en su "noche oscura" va aprendiendo a desprenderse de una fe "que quiere evidencias y que sólo está movida por el deseo de ver" hacia otra que "no consiste tanto en verlo todo y en atravesarlo todo, sino en amar; sobre todo, en la noche". Una fe que no se agota "por no ver" sino que, precisamente porque no ve se hace más deseosa de "ejercitarse en la bondad y en el amor". Se abandonó confiada en manos del Padre. Que así sea para todos, con la Gracia de Dios.