17 de octubre de 2024

"El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir..."

DOMINGO XXIX –B- Is 53,10-11/Heb 4,14-16/ Mc 10,35-45 - DOMUND

 

Hay pasiones que nos alejan de nuestro verdadero ser, de aquello a lo que estamos llamados y del misterio de Dios. Así nos lo revelan Santiago y Juan en su afán por hacerse con los puestos privilegiados y de ser los primeros. Frente a esta petición, Jesús anuncia de nuevo el destino doloroso que le espera, pero ellos, que buscan hacer carrera, no comprenden. La cuestión es: ¿Por qué el poder seduce tanto?

 

El poder existe en todos los ámbitos, también en la Iglesia y se puede ejercer de muchas maneras: sirviendo a los demás, buscando la justicia, promoviendo la solidaridad, influyendo en los pensamientos o decisiones de los otros, buscando el propio provecho, beneficio, prestigio, tratando de dominar o imponer, de dejar claro "quién manda" …, como ocurre a los hijos del Zebedeo.

 

Jesús, camino de Jerusalén donde sufrirá la pasión, se sitúa en una lógica liberadora. "El que quiera ser grande, sea servidor…".  Es una invitación clara y, al mismo tiempo "ejemplar", a pasar del egoísmo, de la vanidad, del orgullo, el dominio…  al servicio; a resituarse en la comunidad no desde la superioridad que separa sino desde la lógica del cuidado, la reciprocidad, la entrega amorosa que genera vida, que hace crecer a los demás. Además, el servicio nos coloca ante la verdad de lo que somos y de la realidad. La negación del otro, el poder por el poder, el abuso, la mentira… no llevan a ningún lugar más allá de la oscuridad. "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar la vida". Lo hizo por medio de un cáliz cuyo contenido bebió y un bautismo con el que quiso soberanamente bautizarse: su pasión, muerte y resurrección.

 

Por ello, la responsabilidad en el campo cristiano se identifica con la capacidad de ponerse al lado de los hermanos, en actitud de escucha y acogida, buscando el bien del otro y compartiendo la alegría de su crecimiento humano. Acompañar, compartir, iluminar desde la sencillez del día a día. La clave de la autoridad, eclesiástica como civil, está en el servicio, no en deslumbrar con el poder.  Esta es la clave.

Y, desde esta clave, leemos hoy la historia de los misioneros que, en nombre del Señor, ofrecen sus vidas en todo el mundo. El lema de este año: "Id e invitad a todos al banquete" nos llama "a salir de nosotros mismos y nuestras comodidades y ponernos a andar. Nos hace sentir a todos como parte de una misma familia". En el pregón pronunciado por Juan José Aguirre, obispo de Bangassou (República centroafricana) afirma: "A veces oigo decir que la Iglesia está viviendo un eclipse de fe, que todos los países de la mitad norte de Europa son ya tierras de misión como si fueran Zambia o Mozambique, que las vocaciones misioneras, religiosas y laicales se diluyen y envejecen… No es mentira, pero tampoco es toda la verdad. Algunos, cuando hablan de «la Iglesia» piensan solamente en la Iglesia europea. Cortos de mira. Porque la Iglesia católica es universal y en el continente africano y otros continentes las iglesias están llenas, si no llegas a la hora de la Misa te quedas de pie, los jóvenes organizan toda la liturgia y las parroquias están llenas de grupos parroquiales: Renovación Carismática, San José, grupos de oración, Legionarias de María, Scouts y corales y muchos otros más, que agarran a los jóvenes el día de la confirmación y los llevan a renovar su fe por años y hasta el fin de la vida". Y todo ello recordado que "No somos héroes. Sin la Gracia de Dios nos caeríamos en picado". Que así sea con la Gracia de Dios.