17 de junio de 2018

"Corramos con el amor y la caridad"

Domingo XI TO –B- Ez 17, 22-24; 2 Cor 5, 6-10; Mc 4, 26-34

 

Así lo expresa esta parábola:

“Anoche tuve un sueño raro. En la plaza mayor de la ciudad habían abierto una nueva tienda. El rótulo decía: “Regalos de Dios”. Entré. Un ángel atendía a los compradores.

-¿Qué es lo que vendes?, pregunté.

- Vendo cualquier don de Dios.

-¿Cobras muy caro?

-No, los dones de Dios son siempre gratis.

Miré las estanterías. Estaban llenas de ánforas de amor, frascos de fe, macutos llenos de esperanza… Yo necesitaba un poco de todo.

Le pedí al ángel que me diera una ración de amor, dos de perdón, tres de esperanza, unos gramos de fe y el gran paquete de la salvación.

Cuando el ángel me entregó mi pedido quedé totalmente sorprendido. ¿Cómo puede estar todo lo que he pedido en un paquete tan diminuto?, le pregunté al ángel.

-Mira, amigo, Dios nunca da los frutos maduros. Dios sólo da pequeñas semillas que cada uno tiene que cultivar y hacer crecer”.

 

. A Jesús le preocupaba que sus seguidores termináramos un día desalentados al ver que los esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no obtienen el éxito esperado. ¿Olvidarían el reino de Dios? ¿Mantendrían su confianza en el Padre? Lo más importante es que no olviden nunca cómo han de trabajar. Con ejemplos tomados de la experiencia de los campesinos de Galilea anima a trabajar siempre con realismo, con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrir caminos al reino de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabaja él.

 

. Lo primero que han de saber es que su tarea es sembrar, no cosechar. No vivirán pendientes de los resultados. No les ha de preocupar la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús han de ser sembradores. Nada más. Después de siglos de expansión religiosa y gran poder social, los cristianos hemos de recuperar en la Iglesia el gesto humilde del sembrador. Olvidar la lógica del cosechador, que sale siempre a recoger frutos, y entrar en la lógica paciente del que siembra un futuro mejor.

 

. Los comienzos de toda siembra siempre son humildes. Más todavía si se trata de sembrar el proyecto de Dios en el ser humano. La fuerza del Evangelio no es nunca algo espectacular o clamoroso. Según Jesús, es como sembrar algo tan pequeño e insignificante como «un grano de mostaza», que germina secretamente en el corazón de las personas. Por eso el Evangelio solo se puede sembrar con fe. Es lo que Jesús quiere hacerles ver con sus pequeñas parábolas. El proyecto de Dios de hacer un mundo más humano lleva dentro una fuerza salvadora y transformadora que ya no depende del sembrador. Cuando la Buena Noticia de ese Dios penetra en una persona o en un grupo humano, allí comienza a crecer algo que a nosotros nos desborda.

 

. En la Iglesia buscamos cómo actuar en esta situación nueva e inédita, en medio de una sociedad cada vez más indiferente. Nadie tiene la receta.  Lo que necesitamos es buscar caminos nuevos con la humildad y la confianza de Jesús. Sentiremos la necesidad de volver a lo esencial. (¡Sortim-Salgamos!). Descubriremos que solo la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días. Entonces aprenderemos a sembrar con humildad el Evangelio como inicio de una fe renovada engendrada por Jesús.

 

. No despreciamos lo pequeño y lo invisible.  Lo nuestro es crecer y ayudar a crecer en Cristo a los hermanos; es confiar en que todo depende de Dios y trabajar por el Reino como si todo dependiera de nosotros.

. “Estamos en camino: corramos con el amor y la caridad”. La vida aquí en la tierra es un camino que nos conduce al encuentro con Dios. Conviene no distraernos ni equivocarnos de camino. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

No hay comentarios: