15 de enero de 2016

"No les queda vino"

II DOMINGO TO. 3 -C- Is 62,1-5/1Cor 12,4-11/Jn 2, 1-12

 

El profeta Isaías anuncia un cambio a fondo de la humanidad, representada en la ciudad de Jerusalén, que se convertirá en «delicia y alegría de Dios». El profeta no puede callarse. Muestra con tono exultante de gozo, la nueva realidad que se extenderá por todos los pueblos de la tierra: “Resplandecerá la salvación, que brillará como una antorcha. Los pueblos y sus gobernantes verán la justicia y la gloria del Señor”. En la misma línea del anuncio profético de un cambio de época, por lo que a la historia de la salvación se refiere, se sitúa el prodigio obrado por Jesús en las bodas de Caná.

 

El evangelista Juan no dice que Jesús hizo «milagros» o «prodigios». Él los llama «signos» porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos. En concreto, los signos que Jesús realiza, orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza salvadora. Lo sucedido en Caná de Galilea es el comienzo de todos los signos.  En esa «transformación del agua en vino» se nos propone la clave para captar el tipo de transformación salvadora que opera Jesús y el que, en su nombre, han de ofrecer sus seguidores.

 

Todo ocurre en el marco de una boda, la fiesta humana por excelencia,  la mejor imagen de la tradición bíblica para evocar la comunión definitiva de Dios con el ser humano. La salvación de Jesucristo ha de ser vivida y ofrecida por sus seguidores como una fiesta que da plenitud a las fiestas humanas cuando estas quedan vacías, «sin vino» y sin capacidad de llenar nuestro deseo de felicidad total. El relato sugiere algo más. El agua solo puede ser saboreada como vino cuando, siguiendo las palabras de Jesús, es «sacada» de seis grandes tinajas de piedra, utilizadas por los judíos para sus purificaciones. La religión de la ley escrita en tablas de piedra está exhausta; no hay agua capaz de purificar al ser humano. Esa religión ha de ser liberada por el amor y la vida que comunica Jesús.

 

Para mostrar  esta fuerza transformadora de Jesús no bastan las palabras, son necesarios los gestos. Evangelizar no es solo hablar, predicar o enseñar; menos aún, juzgar, amenazar o condenar. Es necesario actualizar, con fidelidad creativa, los signos que Jesús hacía para introducir la alegría de Dios haciendo más dichosa la vida dura de las personas.  A muchos contemporáneos la palabra de la Iglesia los deja indiferentes; también las celebraciones. Necesitan conocer  signos cercanos y amistosos por parte de la Iglesia para descubrir en los cristianos la capacidad de Jesús para aliviar el sufrimiento y la dureza de la vida. Jesucristo es esperado por muchos como una fuerza y un estímulo para existir, y un camino para vivir de manera más sensata y gozosa.

 

. El martes se presentó el libro entrevista-conversación  del Papa con el periodista Andrea Tornelli: “El nombre de Dios es misericordia”. Con gestos y palabras el Papa vuelve a reclamar que toda la Iglesia se implique, que no deje pasar este año con un cartel  colgado en la pared de entrada. El Papa recuerda que nadie puede  ponerle un límite al amor de Dios cuando perdona y añade:  “Jesús hace  milagros también con nuestro pecado, con lo que somos… Pienso  en el milagro de las bodas de Caná. Jesús transformó el agua en vino, del mejor, del más bueno.  Lo hizo usando el agua de las jarras que servían para la purificación ritual… El Señor no hizo surgir el vino de la nada, sino que usó el agua de los recipientes en que se habían “lavado” los pecados… Realiza un milagro con lo que a nosotros nos parece impuro. Lo transforma, haciendo evidente la afirmación de Pablo: “Donde abundó el pecado sobreabundó la Gracia”.

 

Todos los dones que se desprenden de la Iglesia: el perdón, la acogida, el encuentro…nacen de la Gratuidad y por lo tanto han de ser compartidos.  La Iglesia no está en el mundo para condenar sino para permitir el encuentro, el abrazo con el Padre. Es verdad que no hay que la misericordia no es sinónimo del ”buenismo” que lo tolera y justifica todo ocultando la verdad,  pero también que hay que tender la mano….”salir al encuentro de los muchos heridos que necesitan atención, comprensión, perdón y amor”. Que así sea con la Gracia de Dios.