7 de febrero de 2015

"Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar"

DOMINGO  V  T.O. -B-   Job 7,1-4.6-7/1Cor 9,16-19,22-23/Mc 1,29-39

 

A pesar de todos los adelantos técnicos y logros de las capacidades humanas, la experiencia más inmediata que adquirimos es la de nuestra caducidad y fragilidad. Esta experiencia roza cuanto somos y vivimos y no deberíamos valorarla de modo negativo sino al revés, constituye una constatación de la realidad. Job nos recuerda hoy que la realidad es el primer paso para superar la desesperanza: la vida es un soplo; doy vueltas hasta el alba… esto nos sitúa en la humildad y tarea de aceptar lo que somos y estamos llamados a ser. No debemos distanciarnos de lo real y, al mismo tiempo, no debemos dejarnos atrapar solo por los límites de lo real. ..., sino abrirnos al diálogo con Dios, a la fe, a la esperanza.

 

Jesús es presentado en el evangelio de hoy como liberador de los males que afligen a la humanidad (“La población entera se agolpaba a su puerta”). La suegra de Pedro ("a la que cogió de la mano y levantó") es un ejemplo. Si Job nos presenta la existencia humana marcada por el sufrimiento y la búsqueda de un sentido, el evangelio nos muestra la actitud de Jesús hacia él: la curación y el consuelo de parte de Dios. El Reino del cielo que Jesús inaugura se hace presente en la medida que el sufrimiento humano es vencido, desde una opción clara a favor de la vida. Todos pueden experimentar ese amor curativo de Dios que libera integralmente (cuerpo-espíritu) la persona humana.

 

Jesús integra, además, dos realidades y lo hace sin contraponerlas: se entrega a la misión de liberar y se retira a orar. Para Él, el último criterio es el amor. Jesús ama y se entrega a los demás hasta dar la vida; va donde se encuentra la gente (“Recorrió toda Galilea...), pero el fundamento  de su existencia, la fuente de la misma, es Dios (“”Se marchó al descampado y allí se puso a orar”). Todas las actividades de Jesús tienen su raíz en su peculiar experiencia de Dios como Padre amoroso, compasivo y misericordioso con todos los seres humanos.  En la agenda de Jesús hay tiempo para el hombre y tiempo la soledad, para Dios; para orar y para sanar. Por ser una persona contemplativa también es una persona compasiva y misionera. Jesús abría su corazón a su Padre…, le pedía fuerza y ternura para después derramarla por todas partes; a veces su oración era delicia, otras amargura, también desolación; pero siempre terminaba en luz y fuerza para el cumplimiento de su misión redentora.

 

Es importante no caer en el desgaste ni en el vacío interior; alimentar  la fuerza espiritual necesaria para afrontar los problemas y dificultades de la vida;  cuidar más la comunicación con Dios: el silencio, la oración, la lectura  de la Biblia, la meditación…No se trata de hablar mucho de Dios sino hablar mucho con Dios y escuchar su Palabra; de descansar de tantos afanes  en la presencia de Dios;  de llenarnos de su paz. Hacerlo no es perder el tiempo; es ganar tiempo y vida; calidad en la acción y en el trato con las personas. Si nos cuidamos “por dentro” se nota “por fuera”.  Es el testimonio de tantos que, como Jesús, “viven para los demás”, “dan la mano...”“cogen en brazos...”… porque saben también “retirarse a orar”.

 

Nuestra fidelidad al evangelio ha de traducirse en el servicio a los hombres, y como Pablo, acomodarse a todos los ambientes y situaciones. Se hace débil con los débiles y fuerte con los fuertes, se hace todo para todos, y esto le da la máxima libertad (frente a prejuicios y normas...) en el seno de la comunidad. Así, anunciando la buena noticia de la fe y la sanación, "gana a algunos de sus hermanos para Cristo". Que así sea con la Gracia de Dios.

 

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