14 de febrero de 2015

"Quiero: queda limpio"

VI TO – B-  Lv 13, 1-2.44-46 – Cor 10, 31-11, 1 - Mc 1, 40-45

 

“Quiero: queda limpio”: por encima de lo que se cree social y religiosamente correcto, las palabras de Jesús transforman  la situación de marginación, liberan a la persona y la reintegran de nuevo en la sociedad  y el culto que la había expulsado.  Y Jesús, sospechoso al contravenir las disposiciones legales y religiosas,  se queda en las afueras. Allí acudía la gente y allí enseña:

 

. Que hay que sentir compasión, tocar, implicarse en la cercanía del hermano enfermo o excluido... Sorprende la emoción que le produce a Jesús la cercanía del leproso. No se horroriza ni se echa atrás. Ante la situación de aquel pobre hombre, «se conmueve hasta las entrañas». La ternura lo desborda. Sin dudarlo, «extiende la mano» hacia aquel hombre y «toca» su piel despreciada por los puros. Sabe que está prohibido por la ley y que, con este gesto, está reafirmando la trasgresión iniciada por el leproso. Solo lo mueve la compasión; da la mano,   tiene una atención personal  para el hombre;  va más allá de las reflexiones teológicas sobre el dolor;   no pierde la sensibilidad frente al sufrimiento  ajeno…

 

. Que Dios no excluye a nadie del culto, ni de su presencia, a causa de la debilidad. Al contrario, los enfermos han de tener un lugar privilegiado en la comunidad cristiana;  el trato y la  cercanía humana es el principio de la sanación.  Seguir a Jesús  significa no horrorizarnos ante ninguna forma de impureza física o moral;  no retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús, lo primero es la persona que sufre y no la norma. Poner siempre por delante la norma es ir perdiendo la sensibilidad  ante los despreciados y rechazados, vivir  sin compasión.

 

.  Que lo que mancha al hombre no es lo de fuera, sino lo que brota del corazón. La enfermedad sigue siendo un misterio pero no un castigo de Dios que nos aísla de Él. “La frontera entre el bien y el mal no pasa entre los hombres dividiéndolos en dos grupos de buenos y malos; la frontera entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada uno” (A. Solzhenitsyn).  En pocos lugares es más reconocible el Espíritu de Jesús que en esas personas que ofrecen apoyo y amistad gratuita a personas indefensas, que acompañan a enfermos  olvidados por todos.., Ellos nos recuerdan que en el corazón de Dios caben todos.

 

Hay que acercarse al hombre “primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión” (S. Juan Pablo II) y hacerlo desde el amor, la compasión, la ternura. Y con libertad del mismo Cristo. Esa libertad que, en palabras de san Pablo,  es una convicción interior que lleva a actuar según la voluntad de Dios, a favor de la comunidad, buscando el bien del otro,  especialmente del más débil. Y además, con la certeza de saber que, por mal que vayan las cosas... siempre podemos acercarnos a Jesús con las palabras del leproso: “Si quieres...”- Y  El Señor “quiere siempre...”

 

“Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios”, escribe Pablo a los  Corintios. No tendremos que hacer cosas muy extraordinarias para agradarle. No será menester morir, hacer grandes sacrificios o exponerse ante las multitudes...  yendo y viniendo, trabajando y en casa; barriendo y fregando, pintando, componiendo, escribiendo o dando clases... lo importantes es hacerlo en nombre  del Dios de la Misericordia, del que nos anunció su Palabra viviente entre nosotros,   siguiendo sus pasos, poniendo nuestros zapatos en sus huellas e intentando hacerlo como Él lo hizo. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

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