24 de diciembre de 2014

"El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande"

NOCHEBUENA – MISA DEL GALLO

 

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). Esta profecía de Isaías nos recuerda lo que somos: un pueblo en camino que, en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo,  renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz.  Caminar: nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante. También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras... la dureza y belleza de la realidad pero,  si amamos a Dios y a los hermanos, si buscamos el bien, la honestidad, la solidaridad…, si cuidamos la vida, los niños, ancianos, la familia… caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11).

 

Los pastores fueron los primeros que vieron esta “claridad”, que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos y porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño.  Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: “Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil”. Que en esta Noche compartamos, como siempre recuerda el Papa Francisco,  la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más, como a los pastores: “No temáis” (Lc 2,10). Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida.

 

“Señor, ¿cómo  entender el misterio  de Belén?

Un niño, unos pañales, un pesebre y

Un destino tan poco apetecible como confuso:

La patria de la infancia, de los sueños, de la locura y del amor.

 

“Señor, ¿cómo  entender el misterio  de Belén?

Te esperaba lleno de riqueza y de poder y veo tan solo pobreza y fragilidad;

Te esperaba rodeado por los grandes del mundo y te encuentro con los últimos, con los más despreciables;

Te esperaba para repartir justicia “a los malos” y vienes regalando misericordia;

Te esperaba hombre, adulto, formado… y me sorprendes siendo un bebé.

 

“Señor, ¿cómo  entender el misterio  de Belén?

Al Dios de los ejércitos puedo temerle.

Al Dios de los filósofos, admirarle.

Al Dios de los teólogos, comprenderle.

Al Dios de los reyes, envidiarle.

Hasta al Dios de los buenos, seguirle…

Pero el Dios hecho niño, fragilidad, indefensión, sólo sí, sólo,  -gracias, Señor- le puedo… AMAR.

 

Este año  en mi familia,   en mi colegio, en mi comunidad,  en mi corazón… ¡Amaré!, Felicitaré con amor, bailaré con amor, abrazaré con amor, regalaré con amor, serviré con amor, brindaré con amor, perdonaré con amor, oraré con amor, estudiaré con amor… viviré con amor “una vida sobria, honrada y religiosa”… y así mostraré la Gracia y la Luz que Jesús ha traído para todos.

 

Y también la Paz.  Él es nuestra paz. Por eso esta Noche, Noche de “Paz en la tierra”, recordamos a quienes viven en medio de conflictos y guerras.  A  miles de cristianos en los campos de refugiados de Irak, Paquistán, Nigeria y otros países   les espera  una Navidad  bastante similar a la primera Navidad de la historia: desplazados de sus hogares, a la intemperie en tiendas de campaña,  sometidos a las bajas temperaturas… pero ellos encenderán sus velas y celebrarán el triunfo de la vida frente a la barbarie;  ellos son capaces de mantener la esperanza,  la que no defrauda,  porque está anclada en la fe en Jesucristo, “Dios con nosotros”.

 

"Gloria de Dios en lo alto del cielo" y la "paz en la tierra".  Cristo se nos da, y con ello nos da su paz. Nos la da para que llevemos la luz de la paz en lo más hondo de nuestro ser y la comuniquemos a los otros; para que seamos agentes de la paz y contribuyamos así a la paz en el mundo. ¡Feliz Navidad!.

 

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