24 de diciembre de 2013

"HABITABAN EN TIERRA DE SOMBRA, Y UNA LUZ LES BRILLÓ"

Navidad-Misa de medianoche- Is 9, 1-3.5-6 /  Tt 2, 11-14 /  Lc 2, 1-4

¿Cuál es el mensaje de la Navidad para las personas de hoy?

Dice el Papa Francisco que la Navidad  nos habla de la ternura y de la esperanza. Dios, al encontrarse con nosotros, nos dice: no tengan miedo de la ternura. Cuando los cristianos se olvidan de la ternura se vuelve una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se enreda en las ideologías, en las actitudes mundanas. Mientras la sencillez de Dios te dice: sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia. Tengo miedo cuando los cristianos pierden  la capacidad de abrazar y acariciar. Tal vez por esto, viendo hacia el futuro, hablo a menudo sobre los niños y los ancianos, es decir los más indefensos. En mi vida como sacerdote, yendo a la parroquia, siempre traté de transmitir esta ternura, sobre todo a los niños y a los ancianos. Me hace bien, y pienso en la ternura que Dios tiene por nosotros.

 

No me digan, por favor, en esta noche,  que la ternura  es un retroceso a épocas pasadas de la vida; al contrario,  supone aflorar lo mejor que hay en nosotros: cambiar nuestra mirada inquisitiva,  censuradora, con flecos de superioridad, por la del amor, por la mirada de quien se ve uno más entre los otros, débiles como ellos, necesitado de calor afectivo y capaz de darlo. La ternura es fruto de la inteligencia que descubre nuestra verdad  y del amor en su estado más puro y más sencillo y… más generoso, el amor de quien, ante el cuidado o la caricia al niño o al anciano, sólo espera de él su sonrisa.

 

Nos habla de esperanza: tengan esperanza. Dios siempre abre las puertas, no las cierra nunca. Es el papá que nos abre las puertas La fe cristiana cree que esto: que Jesús es el Hijo de Dios que vino a dar su vida para abrir a todos el camino del amor. Por eso la encarnación del Hijo de Dios la piedra angular de la fe cristiana.  Porque la encarnación, es decir, el hecho de que el Hijo de Dios haya venido en nuestra carne y haya compartido alegrías y tristezas, triunfos y derrotas de nuestra existencia, hasta el grito de la cruz, experimentando todo en el amor y en la fidelidad al Abbà, testimonia el increíble amor que Dios tiene respecto a cada hombre, el valor inestimable que le reconoce. Cada uno de nosotros, por lo tanto, está llamado a hacer suya la mirada y la elección del amor de Jesús, para entrar en su manera de ser, de pensar y de actuar.

 

Celebramos el nacimiento de Jesús de Nazaret, para nosotros, cristianos, el Hijo de Dios; para otros, cuanto menos, un ser excepcional y extraordinario por su mensaje de amor al prójimo, por su lucha contra el mal y el pecado, por tender la mano a los más necesitados y desheredados  y regalarles el sueño de la esperanza. No hay nada en el mensaje de Jesús que pueda molestar a  alguien… nos alegramos de celebrar su nacimiento incluso en los momentos tristes de la vida, en la crisis… él camina con nosotros, a nuestro lado… su luz nos ilumina… basta abrir los ojos con fe… Dios al encontrarse con nosotros nos dice: tened esperanza y no tengáis  miedo de la ternura.

 

La Palabra de Dios nos recuerda que la gloria de Dios va  en relación a la vida ordinaria no a las empresas excepcionales… la contemplación del rostro de Dios en los acontecimientos diarios de las personas, en la corporeidad... por eso la experiencia de la Navidad  resulta auténtica si  sabe traducir  la visión de Dios en la vida cotidiana. La celebración de la Navidad suscita estupor, maravilla…: venir a la luz, vivir es un milagro… la voluntad de Dios es la de permanecer, en Cristo, en medio de esta humanidad. Nuestro reconocimiento se convierte en disponibilidad al descubrimiento de esta presencia en medio nuestro sobre todo en los rostros de las personas más cercanas y familiares… celebrando al Navidad nos sentimos llamados a seguir transformando este mundo para que sea  “lleno de gracia y de verdad”.

 

¿Cuál es el mensaje de la Navidad para las personas de hoy?

 “Un  grupo de alumnos del colegio, que celebra los 50 años,  estudiaban las siete maravillas del mundo antiguo. El profesor les pidió que hicieran una lista de las que ellos consideraban debían ser  actualmente las siete maravillas… y fueron votando (unos la Sagrada Familia, otros el Cristo Salvador  de Río, la alhambra de Granada…) … una niña permanecía callada y muy ensimismada en su lista; el maestro la preguntó si tenía dificultad para terminar de hacer su elección y la niña tímidamente  respondió: “Sí, un poco…”. Bueno dijo el maestro, dinos lo que has escrito  y tal vez podamos comentarlo y ayudarte. La niña titubeó y después leyó: Creo que las siete maravillas del mundo son: poder ver, poder escuchar, poder tocar, poder saborear, poder sentir, poder reís y… poder amar y ser amado”. No nos acostumbramos a las maravillas y milagros que Dios nos regala cada día.  Sepamos acoger, descubrir su presencia y su amor que nos envuelven. 

 

En medio de la sociedad secular de nuestros días, “la experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre”. El misterio último de la vida es un misterio de bondad, de perdón y salvación, que está con nosotros: dentro de todos y cada uno de nosotros. Si lo acogemos en silencio, conoceremos la alegría de la Navidad.  Misa de Nochebuena; misa, en medio de la noche,  del  triunfo de la esperanza que se nos da en un niño recién nacido….Es la noche de Dios con nosotros. Feliz Navidad.