11 de febrero de 2012

"SI QUIERES, PUEDES LIMPIARME"

DOMINGO VI TO -B- Lev 13,1.2.44-46/1ª Cor10,31-33/Mc 1,40-45

 

            El libro del Levítico es el tercero del Pentateuco (la Ley). Es una especie de compendio de toda la normativa ritual y cultural que ha de seguir el pueblo. El texto de hoy pertenece a un grupo de prescripciones sobre la pureza. Trata de regular una de las enfermedades más despreciables para aquella cultura: la lepra. Esta enfermedad hace del enfermo un apestado que ha de evitar el contacto con otras personas. Era un “muerto en vida”,  severamente repudiado. Quien entrara en contacto con él  se impregnaba de impureza. Por eso el leproso era excluido de la comunidad, no se le permitía entrar en áreas pobladas, debía llevar la cabeza y el rostro cubierto y anunciar su presencia. Como era considerada “castigo divino” el sacerdote era el único que podía diagnosticar la enfermedad y reconocer su curación. El enfermo perdía todo rasgo humano y toda gracia divina.

            Hoy san Marcos, que inicia su evangelio con las palabras “Comienzo de la buena noticia de Jesús, hijo de Dios”,   nos presenta a Jesús como buena noticia para el grupo más marginado de Israel. En esta ocasión es el propio enfermo quien pide la curación (“Si quieres puedes limpiarme”). No podía ser de otra manera dado su aislamiento familiar y social. Jesús “sintiendo lástima”-“conmovido” (es primera vez que Marcos deja asomar el mundo interior de Jesús), extendió la mano, lo tocó, dijo: “Quiero: queda limpio”. Por encima de lo que se cree social y religiosamente correcto, las palabras de Jesús transforman  la situación de marginación, liberan a la persona y, para reintegrarle de nuevo en la sociedad que lo había expulsado, le pide que se presente al sacerdote para que haga los trámites necesarios para su reincorporación cultual. Jesús, sospechoso al contravenir las disposiciones legales se queda en las afueras. Allí acudía la gente y allí enseña:

. que hay que sentir compasión, tocar, implicarse en la cercanía del hermano enfermo o excluido...”Cristiano, decía Charles Peguy es, sencillamente el que da la mano”, el que tiene una atención personal  para el hombre; quien no pierde la sensibilidad frente al dolor ajeno,  no solo el que hace profundas reflexiones bíblico-teológicas o diseña estrategias de última generación para la actividad pastoral;

. que Dios no excluye a nadie del culto, ni de su presencia, a causa de la debilidad. Al contrario, los enfermos han de tener un lugar privilegiado en la comunidad cristiana, pues Jesús tuvo una mano tendida especialmente a los que sufren; el trato y la  cercanía humana es el principio de la sanación;

.  que lo que mancha al hombre no es lo de fuera, sino lo que brota del corazón. La enfermedad sigue siendo un misterio pero no un castigo de Dios que nos aísla de El. “La frontera entre el bien y el mal no pasa entre los hombres dividiéndolos en dos grupos de buenos y malos; la frontera entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada uno” (A. Solzhenitsyn).

Hay que acercarse al hombre “primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión” (Juan Pablo II) y hacerlo desde el amor, la compasión, la ternura. Y con libertad del mismo Cristo. Esa libertad que, en palabras de san Pablo,  es una convicción interior que lleva a actuar según la voluntad de Dios, a favor de la comunidad, buscando el bien del otro,  especialmente el más débil. Y además, con la certeza de saber que, por mal que vayan las cosas... siempre podemos acercarnos a Jesús con las palabras del leproso: “Si quieres...”- Y  El Señor “quiere siempre...”Que así sea con la Gracia de Dios.