14 de julio de 2011

"DEJADLOS CRECER JUNTOS HASTA LA SIEGA..."

XVI TO –A-  Sab 12, 12.16-19 / Rom  8, 26-27 / Mt 13, 24-43

 

El libro de la Sabiduría  nos dice que Dios juzga con justicia y también con compasión e indulgencia, nunca caprichosamente. Obrando así, nos enseña a nosotros que el justo debe ser humano, comprensivo y benevolente cuando juzga a los demás... y nos da la esperanza de que, en el pecado, hay siempre  lugar para el perdón si nos arrepentimos de corazón. No podemos olvidar que somos humanos, por ahí hay, tantas veces, que empezar.

En esta línea el evangelio de hoy, continuación del domingo pasado,  nos advierte que aunque la semilla caiga en tierra buena y comience a crecer no está garantizado el éxito y nos advierte que no  es nuestra competencia decidir quién es buena semilla y quién es cizaña, quién está a favor del Reino y quién está en contra. Sólo Dios puede ser el juez justo y Él  quiere que seamos buena semilla, aunque está claro que el mal existe en el mundo y convive con el bien. En realidad todos tenemos algo de bueno y algo de malo. Gracia y pecado están representados en el binomio formado por el trigo y la cizaña. En la existencia concreta de cada persona el impulso de la Gracia y la malicia del pecado, como realidades antagónicas, están presentes a lo largo de la vida. Se trata de una vivencia permanente que no podemos negar.

Pero es curioso, y hasta sorprendente lo que nos dice Jesús: que no arranquemos la cizaña antes de tiempo porque, confundida con el trigo, podemos arrancar también la futura buena cosecha. Es decir, que aunque hay mucho mal en nuestro mundo y en nosotros mismos, no es bueno ser pesimista y verlo todo negativo.  Ciertamente que es importante plantar cara al mal y a sus manifestaciones y, a su vez, decidirse por el bien que no es otro que el amor y la misericordia de Dios pero no  hay que ser profetas de calamidades, como advertía Juan XXIII, sino ser profetas de la esperanza,  sembradores de sueños de un mundo nuevo.

La  mejor manera de luchar contra esa cizaña peligrosa que es el egoísmo será

promover en nosotros el bien y la entrega, el amor y la solidaridad. Existe la cizaña, es verdad, y mucha en nuestro mundo. Pero fijémonos mejor en el trigo que crece, que es mucho más. Hay más bien que mal, hay más personas buenas que malas. La cizaña será asfixiada por el mismo trigo, por el bien que hay en nosotros.  La cizaña de hoy puede ser el trigo de mañana. En cualquier caso, ya llegará el momento de la cosecha y será más fácil distinguir el bien del mal, el trigo de la cizaña, porque en definitiva será el Dueño de la mies quien haga esa distinción. Porque sólo Dios sabe realmente lo que hay en el corazón de cada ser humano. Dios sabe que hay que esperar.

La experiencia humana es en muchas ocasiones experiencia de fragilidad, de pobreza, por ello, Pablo nos recuerda que el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad interior. Y, ¡buena falta que nos hace! para exterminar el mal que nace dentro de nosotros mismos y para luchar contra el mal que hay en la sociedad y en el mundo, para no caer en la tentación del desánimo o de la violencia. Esto debemos hacerlo con fortaleza y valentía, al mismo tiempo que con moderación y misericordia. El mismo Pablo invitaba a vencer al mal, a fuerza de bien. Estamos llamados a trabajar para que crezca en nosotros esa pequeña semilla que se depositó en nuestra tierra el día de  nuestro bautismo, a ser levadura y fermento en medio de la masa. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

"DEJADLOS CRECER JUNTOS HASTA LA SIEGA..."

 

2 de julio de 2011

"... PORQUE MI YUGO ES LLEVADERO Y MI CARGA LIGERA"

XIV TO –A-  Zac 9, 9-10 / Rom 8, 9.11-13 / Mt 11,25-30

           Jesús da gracias al Padre porque la gente sencilla es la destinataria de la revelación de Dios. Aquellos  que no tienen acceso a grandes conocimientos, los que no cuentan en la religión del Templo, se abren a Dios con corazón limpio; están dispuestos a dejarse enseñar por Jesús. Sin embargo, los sabios y entendidos, aquellos que creen saberlo todo, tienen una visión cerrada y su corazón está endurecido. Jesús hace tres llamadas:

. “Venid a mí los  que estáis cansados y agobiados”:  dirigida a quienes sienten la religión como un peso y a los que viven agobiados por normas y doctrinas  que les impiden captar la alegría y gratuidad de la salvación. Si se encuentran con Jesús experimentan un alivio: “Y Yo os aliviaré”. Un auténtico icono del corazón de Jesús: infinita misericordia, ánimo, esperanza, alivio.

. Cargad con mi yugo… porque es llevadero y mi carga ligera”: hay que abandonar el yugo de los sabios y entendidos, que no es ligero y cargar con el de Jesús, no porque exija menos sino porque exige de otra manera, exige lo esencial: el amor que libera y hace vivir. Siguiéndole no nos aplastará el yugo de una vida sin sentido y sin esperanza. La carga se hace ligera cuando hay un motivo para cargar con ella, cuando ya no es solo nuestra sino también del que la ha tomado primero y de todos los que deciden llevarla con nosotros.

. “Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón”: hay que vivir la religión con su espíritu. Jesús no “complica” la vida, la hace más simple y sencilla; no oprime, ayuda a vivir de modo más digno y humano. Es un descanso encontrarse con Él, acoger su Buena Noticia.

           La gente sencilla es lo mejor que tenemos en la Iglesia. A veces corremos el riesgo de teorizar, racionalizar o complicar demasiado la fe; en ocasiones hay mucha distancia entre la palabra predicada o escrita en documentos y la vida de las personas; nuestro lenguaje ciertamente suele ser más complicado que el de Jesús que hoy sencillamente nos recuerda que la mejor lección de exegesis, crítica textual, análisis literario de los textos…nos la dan los sencillos que, con corazón abierto y confiado, descubren los “secretos” de Dios, le dan gracias, disfrutan de lo bueno de la vida, soportan con paciencia los males, saben vivir y hacen vivir. Y no es que la vida sea fácil; lo cierto es que vivir es complejo pero, al mismo tiempo en la complejidad de las cosas se revela también la riqueza de vivir, de experimentar, de creer, de querer y quererse, de enseñar y de aprender.

           San Pablo, como hemos escuchado, sigue trazando su camino de perfección, su idea sobre la santidad que hoy es perfectamente válido para nosotros. Esa prioridad del Espíritu, frente a las apetencias de la “carne” (que en Pablo no designa al cuerpo humano sino a las tendencias que nos alejan de Dios), es camino de santidad y salvación. Es la doctrina que se incluye en la Carta del Apóstol Pablo a los Romanos que estamos leyendo. La cuestión no es tanto vencer a la “carne” a base de  mortificaciones corporales, sino en dar entrada en nuestra vida (cuerpo, alma) al Espíritu que es de Cristo y de Dios;  de dejar  que los caminos impulsados por el cuerpo no sean una dificultad para iniciar esa vida de santidad, la autentica vida; sólo la Presencia de Jesucristo en la vida justifica; sólo la presencia de quien es Bueno, nos hace buenos...

            Tenemos la ocasión de aceptar la sombra refrescante  que el  propio Jesús nos ofrece. Ojalá seamos capaces de añadir a nuestras vacaciones la calma necesaria para que  sean una ocasión  de vivir serenamente las relaciones familiares, humanas y la vida de cada día, “descansando confiadamente en el Señor”. Que así sea con la Gracia de Dios.