6 de mayo de 2011

"QUÉDATE CON NOSOTROS PORQUE ATARDECE..."

III DOMINGO DE PASCUA -A- Hech 2,14.22-28/1 Pe 1,17-21/Lc24,13

 

            Hemos escuchado en el evangelio un relato de ayer y de hoy; una catequesis cristiana permanente: “Nosotros esperábamos… y ya ves”. Todo  murió, parece,  en uno que fue crucificado. Los dos discípulos se habían marchado de la comunidad. Caminaban tristes, con los ojos cerrados, sin esperanza ni ilusión. Y, sin embargo, el encuentro con Jesús Resucitado, que se les acercó en el camino,  cambió la vida de aquellos dos discípulos de Emaús (aldea cercana a Jerusalén). Y ahora, tras ofrecerle hospitalidad (“Quédate con nosotros porque atardece”) y reconocerle, en la fracción del pan, se les abren los ojos, su corazón se llena de esperanza y corren llenos de alegría, de noche,  hacia la comunidad, para dar testimonio de su experiencia. Y se encuentran  con una comunidad llena de la buena noticia que proclama: “Es verdad: ha resucitado el Señor y se ha aparecido”.

            Nosotros, que no hemos conocido “personalmente” a Jesús, podemos experimentar en nuestra vida el encuentro con El:

. En la comunidad:  “Donde dos a tres están reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos”. Los discípulos de Emaús volvieron y encontraron a la comunidad unida y  reunida.

. En la Palabra que se nos proclama y que acogemos con la inteligencia y el corazón: Cristo nos habla hoy, nos explica el sentido de las Escrituras (“¿No estaba ardiendo nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?”). Si todas las Biblias del mundo, decía san Agustín, por algún cataclismo, fueran destruidas y quedara una sola copia, y de ésta ya no fuera legible más que una página, y de tal página sólo una línea, si esta línea es la de la primera Carta de Juan donde está escrito: «Dios es amor», toda la Biblia se habría salvado, porque se resume en esto. Muchas personas se acercan a la Palabra sin grandes estudios, con sencillez, con fe en que es el Espíritu Santo quien habla en ella, y ahí encuentran respuestas a sus problemas, luz, aliento, en una palabra: vida;

. En la fracción del pan: “Se les abrieron los ojos y contaron cómo lo habían reconocido al partir el pan”. El Señor se nos da como alimento de Vida en ese Pan y ese Vino que ofrecemos y que son su misma Persona.

            Comunidad, Palabra y Eucaristía, tres direcciones en el encuentro con Jesús, que se dan cuando los cristianos nos reunimos cada domingo para celebrar la “cena” del Señor. Escribe el papa  Benedicto XVI: “Palabra y Eucaristía se pertenecen tan íntimamente que no se puede comprender la una sin la otra: la Palabra de Dios se hace sacramentalmente  carne en el acontecimiento eucarístico. La Eucaristía nos ayuda a entender  la Sagrada Escritura, así como la Sagrada Escritura, a su vez, ilumina y explica el misterio eucarístico” (Verbum Domini, 55).

            También es admirable lo que le pasó a Pedro. Por miedo a ser detenido había negado días antes  a Jesús.  Pero su cobardía se convierte en un valiente testimonio ante todo el pueblo, como hemos leído en los Hechos: “Os hablo de Jesús...vosotros los matasteis pero Dios lo resucitó venciendo las ataduras de la muerte”. Esa es la razón de ser de nuestra fe y de nuestra esperanza, de la alegría y del compromiso de vida de todos los cristianos. Hemos puesto en Dios nuestra fe y nuestra esperanza y no quedaremos defraudados.

            Aceptemos a Jesús en nuestra vida;  no cerremos nuestro corazón a los signos de su presencia en nuestro camino. Jesús vive de verdad en el centro mismo de nuestras preocupaciones y desánimos y nos alienta con sus enseñanzas cargadas de sentido. Si somos hijos de Dios, hermanos en Jesús, eso deberá cambiar nuestra vida y llenarla de esperanza. Que así sea con la Gracia de Dios.

 

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