12 de mayo de 2010

"Y MIENTRAS LOS BENDECÍA..."

Ascensión de Señor -C-  Hech 1, 1-11;  Heb 9, 24-28;   Lc 24, 46-53

 

Encontramos continuidad entre el evangelio y los Hechos de los Apóstoles, ambos de Lucas;  una continuidad expresada en la idea de Glorificación del Señor Jesús, junto al Padre, como reflejo y expresión de la plenitud de la vida humana, de lo que estamos todos llamados a ser, junto a Dios. Y elevamos,  dos miradas:

Una mirada hacia el cielo: Jesús ha cumplido su misión. La muerte y resurrección por la salvación del hombre es el triunfo sobre la muerte, el pecado, el mal.  Mirar al cielo donde asciende Jesús es mirar hacia el horizonte de plenitud al que Dios nos llama; hacia la comunión de vida y amor que anhela nuestro corazón; hacia la esperanza que anima nuestro caminar. Sin horizonte, sin meta, no se camina o se camina hacia ninguna parte... en el horizonte de Cristo se  nos ofrece una esperanza que no defrauda; se nos descubre el sentido que puede orientar nuestras vidas, el porqué de nuestro vivir; se nos da la  verdadera alegría pues en él tenemos la seguridad del triunfo de la vida y del amor...

 Y una mirada hacia la tierra, hacia los  hombres y mujeres nuestros hermanos: Debemos continuar la tarea de Jesús, de implantar el Reino de Dios en el mundo hasta que él vuelva, con la ayuda del Espíritu Santo que él nos promete. Sin caer en evasiones, con los pies en la tierra y la presencia real -nueva- de Cristo a nuestro lado, cada día... No podemos quedarnos quietos, contemplando a Jesús, aferrados a una cierta nostalgia o a nuestra experiencia de intimidad amorosa. El amor de Jesús no necesita ser protegido por miedo a perderlo; al contrario se fortalece y crece en la misión, en la tarea. La vida, en el fondo, es una larga marcha hacia el cielo, hacia la comunión, hacia la vida plena que debemos construir paso a paso, gesto a gesto, detalle a detalle... Escribía Tagore: "Mirad sí la luz de las estrellas sin olvidaros de echar leña el hogar de vuestra casa porque la luz de las estrellas no os va a calentar ni a vosotros ni a vuestros hermano". Vivimos el tiempo de la iglesia llenos de alegría. Y en este tiempo debemos actuar, testimoniar y predicar como si todo dependiera de nosotros para acabar poniendo toda nuestra confianza en Dios;  para dar razón de nuestra esperanza.            

Mirada apasionada a Dios y a los hombres para construir el Reino: "Galileos, ¿Qué hacéis ahí mirado al cielo?".  La obra de salvación está también en nuestras manos: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Aquí está el secreto: Jesús es compañero de nuestra existencia... Él se va, como todo ser histórico,  pero también se queda, y no sólo en el recuerdo, no sólo en una obra, sino realmente. Él vive glorioso en el cielo, y vive misterioso en la tierra.  Vive por la gracia en el interior de cada cristiano; vive en la eucaristía y en los sacramentos; vive y se ha quedado con nosotros en su Palabra, esa Palabra que resuena en los labios de los predicadores y en el interior de las conciencias... Es nuestro compañero de camino cuando todo marcha bien, cuando el triunfo corona nuestro esfuerzo, cuando la gracia va ganando terreno en nuestra alma; está con nosotros en el momento de la caída, en la desgracia del pecado, para ayudarnos a recapacitar, para levantarnos y hacernos testigos de su amor y misericordia.  "Vosotros sois testigos de  esto".

            En este día la Iglesia celebra la  Jornada de las Comunicaciones Sociales bajo el lema: "El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra".  Que el Señor nos convierta en apasionados anunciadores de la Buena Noticia, también en la nueva "ágora" que ofrece el mundo digital, que ha de ser, para los sacerdotes y los cristianos, instrumento de evangelización al servicio de la Palabra y en favor de la fraternidad, la verdad,  la justicia y, en nuestro caso, de la familia.   Que así sea con la Gracia de Dios.

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