18 de marzo de 2010

"...ANDA, Y EN ADELANTE, NO PEQUES MÁS"

Vº DOMINGO CUARESMA -C- Is 43,16-21/Fil 3,8-14/Jn 8, 1-11

           

             En el relato de hoy la mujer no dice una palabra que nos parecería esencial. Mientras que el hijo pródigo formulaba una oración ("Padre, he pecado contra el cielo y contra ti"), la mujer se limita a contestar que se han ido todos los que la condenaban y en ningún momento pide perdón por su pecado. Falta esa palabra que consideramos necesaria: "perdón". A las primeras comunidades cristianas, posiblemente como a nosotros mismos, les costaba comprender la actitud de Jesús y su perdón generoso frente a un pecado como el adulterio. Algunos copistas puritanos consideraban que Jesús quitaba importancia al pecado y que estaban, por tanto, autorizados a pecar. Nada más lejos de la intencionalidad de Jesús cuya  Palabra y  acción enseñan, al hombre pecador,  que no todo está perdido, que no entra en la voluntad de Dios que se pierda uno solo de estos pequeños...Tan lejos como vaya el hombre, en cualquier terreno, en cualquier oscuridad, siempre habrá una claridad, lucirá una llama, una lámpara....

            Una de las verdades del cristianismo, desconocida con demasiada frecuencia es esta: "lo que salva es la mirada". Todos hemos experimentado alguna vez la fuerza de una mirada que dice más que muchas palabras y gestos. Algo maravilloso de la persona de Jesús debió ser precisamente su mirada. Al mirar a aquella mujer la estaría diciendo al corazón lo que había expresado el profeta Isaías: "No recuerdes lo de antaño, no pienses en lo antiguo; mira que realizo algo nuevo; ya está brotando ¿no lo notas?". Y aquella mujer comenzaría a sentir, porque experimentaba una mirada que la quería y comprendía, que se abrían caminos nuevos en el desierto de su vida, ríos de amor y autenticidad en el yermo de su corazón. Y comenzó también a experimentar lo que también hoy decía san Pablo. "Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta". No hay que quedarse en estériles sentimientos de culpabilidad, sino proyectarse hacia el futuro para vivir de una forma nueva.  Porque había alguien que creía en ella, aquella mujer podía comenzar a caminar. "Lo que la mujer adúltera necesitaba no eran piedras, sino una mano amiga que la ayudara a levantarse; una mirada que la salvase y la dijese que, olvidando su pasado, podía comenzar a escribir un futuro nuevo... Convertirla es mucho mejor que apedrearla.

            No sabemos lo que Jesús escribía en la tierra mientras decía: "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra"; pero debió existir algo en su mirada que hizo que fuesen cayendo, una tras otra, las piedras acusadoras. Y esto nos recuerda que cuando condenamos a otros, cuando los lapidamos, aunque solo sea con la palabra, debemos mirar a nuestro corazón; debemos reconocer que existen en otros las misma raíces del pecado y del mal que anidan en nuestro interior. Como repite la Biblia "sólo Dios sondea los corazones", por ello, no podemos ir cargando piedras en las espaldas de los otros; además, si todos nos tirásemos piedras ¡no quedaría ninguno!. Escuchemos hoy  a Jesús que nos dice "no condenéis y no seréis condenados". En todos nosotros hay algo de esa mujer "sorprendida en fragante adulterio", es la realidad de nuestra miseria y pecado que anida en nuestro corazón... y debemos escuchar también esas palabras de misericordia, hermosas, humanas, exigentes  y comprometedoras también: "Tampoco yo te condeno. Anda, vete y no peques más". .." El Señor no es blando con el pecado, porque el pecado destruye y esclaviza al ser humano pero "no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva", que no se quede en el polvo del camino... que se libere del pecado... que camine en la claridad de la luz. Pasó lo viejo -el pecado- llegó lo nuevo-la misericordia-. Que así sea con la Gracia de Dios.

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