18 de marzo de 2009

"...EL QUE REALIZA LA VERDAD SE ACERCA A LA LUZ"

DOMINGO IV CUARESMA -B- 3 -Cr 36,14-16.19-23/Ef 2,4-10/Jn 3,14-21

 

El 12 de marzo, el Papa Benedicto XVI envió una Carta  a los Obispos de la Iglesia sobre la remisión de la excomunión, firmada el 21 de enero,  a los cuatro obispos ordenados válida pero no legítimamente por el arzobispo Lefebvre.  Dada la  perplejidad de  muchos obispos y fieles ante esta decisión, que quería ser un gesto discreto de misericordia, el Papa ha querido escribir una palabra clarificadora, profunda, llena de amor y de humildad.  Considera que su iniciativa era necesaria porque  la primera prioridad para el sucesor de Pedro es "confirmar en la fe a los hermanos". Escribe: "En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra  ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso al Dios cuyo rostro reconocemos en el "amor llevado al extremo", en Jesucristo, muerto y resucitado".

"El auténtico problema en el momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada  por falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto... Por tanto el compromiso laborioso por la fe, por la esperanza y por el amor en el mundo es en estos momentos la auténtica prioridad  para la Iglesia, entonces también forman parte de ella las reconciliaciones pequeñas y medianas... ¿Era y es realmente una equivocación, también en este caso, salir al encuentro  del hermano "que tiene quejas contra ti"(Mt 5, 23 ss) y buscar la reconciliación?". El Papa, asumiendo con humildad las cosas que se  han hecho mal (el caso del obispo negacionista del Holocausto judío y la falta de explicación sobre el significado de la excomunión, referida a las personas que reconocen en línea de principio la autoridad doctrinal del Papa como Pastor de la Iglesia y del Concilio Vaticano II y no a la Institución a la que pertenecen que no tiene ningún estado canónico en la Iglesia), piensa, no obstante,  que  hay que comprometerse en la disolución de las rigideces para dar espacio a lo que haya de positivo y recuperable para el conjunto de la Iglesia.

            Precisamente, la palabra de Dios  nos  recuerda hoy que "por su gracia y mediante la fe" estamos salvados. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo y por Él ha puesto Luz en nuestras tinieblas. Desde entonces Jesús ha sido izado en lo alto del mundo para que todo el que crea en Él tenga vida. Y en eso estamos, llenos de sombras y de sed; cargados de preguntas y con necesidad de respuestas. "De noche, como Nicodemo,  iremos de noche; sólo la sed nos alumbra". El buscador y poeta León Felipe confesaba su intento de hallar la luz:

"Sin luna todo era negro y triste...

Vi una luz allá lejana y, a tientas, fui hasta la luz y en la luz pedí posada".                

Esta búsqueda confiada y llena de amor debe ser la experiencia religiosa fundamental de nuestra vida. Incluso en aquellos momentos en los que la única respuesta es la que proponía Jesús a Nicodemo: levantar los ojos a Cristo en la Cruz, como los judíos levantaban los ojos a la serpiente en el desierto, para encontrar allí una respuesta que va más allá de toda lógica. Muchos, a nuestro alrededor, parecen elegir las sombras y no la luz ("La luz vino al mundo y los hombres prefirieron la tiniebla porque sus obras eran malas"). Con la luz de la Resurrección de Cristo, dice  Pablo, nos llega la bondad, la gracia, la salvación en un mensaje que no ha caducado con el tiempo ni ha pasado de moda. Somos hijos de la luz, por la fe, y debemos romper las más negras penumbras con la esperanza y nuestras buenas obras. Que así sea con la Gracia de Dios.

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