20 de noviembre de 2008

"VENID VOSOTROS, BENDITOS DE MI PADRE"

CRISTO REY-A-  Ez 34,11-12.15-17 - 1 Cor 15, 20-26a.28- Mt 25, 31-46

 

Esta fiesta nació en una situación política mundial amenazada por totalitarismos de distinto signo como una advertencia a los cristianos de que ningún sistema político puede exigir a sus súbditos una sumisión total. Por eso, sería un tremendo error juzgar la realeza de Cristo a la luz de los criterios de poder. Al contrario,  frente a la soberbia de los gobernantes, el evangelio nos enseña que la verdadera grandeza está en servir. Nunca faltarán candidatos para ocupar puestos de poder, y por eso pueden ser fácilmente sustituidos. Para lo que siempre se necesitarán manos es para compartir con los necesitados, para gastar y desgastar la propia vida en servicio de los demás.
            La fiesta de Cristo Rey no es la consagración de los poderes de este mundo, ni del modo que tienen de ejercerse. Es más bien un recordatorio (sí, también para la Iglesia) de dónde hemos de poner nuestras fidelidades, de a quién debemos servir, de dónde debemos colocar nuestras prioridades. No en los que cuentan a los ojos del mundo, sino en aquellos que no son nada.  ¡Cuánto nos cuesta ver en los desheredados, pobres, necesitados... el rostro de Cristo!. Escribía  León Tolstoi:
            "Érase una vez un zapatero remendón, llamado Martín. Vivía solo, era piadoso, leía todas las noches la Biblia. Una noche soñó que se le aparecía Cristo y le decía: "Martín, mañana voy a venir a visitarte. Asómate por la ventana para abrirme cuando venga". Aunque se trataba de un sueño, Martín se impresionó. Por si fuera verdad, a la mañana siguiente, desde primera hora, estuvo pendiente, mirando a través de la ventana.
            Muy temprano vio un barrendero que estaba quitando la nieve de las entradas de las casas. Le llamó y le ofreció una taza de té caliente. Mientras el barrendero, tiritando, sorbía el té, Martín seguía mirando por la ventana. "¿Está usted esperando alguna visita", le preguntó el barrendero?. "No", contestó Martín y le contó el sueño. "Siga usted mirando; tal vez venga. Adiós, y muchas gracias". Al mediodía, todavía el frío era intenso. Vio pasar a una mujer con un niño en brazos llorando de frío. Les llamó y les dio la sopa bien caliente que tenía preparada para él. Seguía mirando por la ventana, y la mujer le preguntó:
"¿Espera alguna vista?". "No", le contestó y le contó el sueño. "Siga usted mirando; tal vez venga. Adiós y muchas gracias".
             Atardecía el día de invierno; Martín seguía mirando por la ventana. Y vio una vendedora ambulante a la que un muchacho le había robado una manzana. En aquel momento la mujer había agarrado al muchacho. Martín salió corriendo, convenció a la mujer de que lo perdonara y al muchacho le reprendió de tal modo que pidió perdón a la mujer y se puso a vender con ella.
            Se hizo de noche. Martín cerró su casa y volvió de nuevo a la lectura del Evangelio. Mientras leía oyó una voz que le llamaba: "¡Martín, Martín!". Levantó asustado la cabeza y vio al barrendero de la mañana que le sonreía y se iba. Volvió a la lectura, y otra vez oyó que le llamaban: "¡Martín, Martín!". Y vio a la mujer con el niño en brazos, que le sonreían. Y vio a la verdulera y al ladronzuelo, que le sonreían. Martín se echó a llorar. Cristo le había visitado tres veces aquel día".

Es nuestra actitud ante el ser humano lo que se juzga;  un juicio sobre el amor y la misericordia; un juicio más práctico que teórico: ¿cómo amé?.¡Lo que va a valer, al final de todo,  una obra buena!.  Así de sencillo y así de complicado: la prueba final de toda búsqueda de la salvación será el amor. "Al final de la vida se nos examinará del amor", escribe san Juan de la Cruz. Con la gracia de Dios y nuestra disponibilidad a colaborar con ella, aprobaremos un examen, del que sabemos las preguntas y escucharemos, Dios lo quiera : "Venid, vosotros, benditos de mi Padre".

1 comentario:

Darren Demers dijo...

La fiesta de Cristo Rey no es la consagración de los poderes de este mundo
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