2 de octubre de 2008

"ARRENDARÁ LA VIÑA A OTROS LABRADORES"

XXVII TO -A-   Is 5, 1-7 / Flp 4, 6-9 / Mt 21, 33-34  

           

El poema de la viña, lleno de ternura y belleza,  es uno de los pasajes más sorprendentes de Isaías. El profeta, con un lenguaje poético,  hace comprender al pueblo de Israel que Dios ha cuidado de él, lo ha tratado con especial amor, se ha preocupado de su crecimiento y, sin embargo, el pueblo no ha correspondido a tal amor;  no ha sido fiel.  La pregunta que se hace el dueño de la viña adquiere tonos desgarradores: ¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho?  Parece que nos adentramos en el corazón mismo de Dios que ama a Israel. ¿En qué ha faltado Dios a su amor? ¿Ha abandonado al pueblo en tiempo de            dificultad? 
              Se trata ciertamente de una alegoría que los oyentes del profeta comprenden enseguida. La viña representa a Israel y que el viñador no es otro que el mismo Yahveh. A pesar de que Israel ha sido cuidado como un hijo,  de que ha sido liberado,  de que el Señor lo ha elegido como el pueblo de su propiedad, Israel no produce frutos de salvación, no da uvas dulces sino  inmaduras y silvestres ("Hay asesinatos, lamento de los oprimidos, oscurecimiento de la verdad, corrupción de la justicia"). Es sorprendente ver la tristeza profunda del viñador y, a la vez, su firmeza ante la viña improductiva. Él vendrá y la devastará, la dejará desolada.
            En la parábola del evangelio los culpables de la falta de frutos son los labradores que reciben la viña en arriendo. Son gente sin escrúpulos,  que no sirven a la viña, sino que se sirven de ella para su propio provecho. En su corazón no está el amor por la viña, ni el amor por el dueño de la misma, sino el amor a sí mismos. Su interés es aprovecharse lo máximo  posible, por eso, al ver venir a los embajadores que requieren los frutos, se molestan, los golpean, los matan. Cualquier cosa que se interponga a su bienestar y al mejor usufructo de la viña en su favor, debe ser eliminada. Cuando ven venir al hijo, cuando tienen la oportunidad de reconciliarse con el Padre, de ofrecer frutos, de respetar el derecho..., traman el crimen más cruel: eliminar al hijo para quedarse con la herencia y la propiedad que no les pertenecen. Las palabras finales de la parábolas son dramáticas, como las de Isaías: el dueño de la viña acabará con aquellos arrendatarios y ofrecerá su viña a otros arrendatarios que            produzcan frutos.
            Ambos textos ponen de relieve la importancia de producir frutos de justicia y solidaridad, de no utilizar de manera exclusiva y egoísta los bienes que el Señor ha puesto en nuestras manos.  Dios ofrece al hombre múltiples dones: la vida, la tierra, la fe, la vocación profesional, familiar, religiosa, sacerdotal... y el Señor espera por parte del hombre una transformación interior, una respuesta, que se manifieste en  frutos de santidad para el bien de sus hermanos, del mundo y  la sociedad entera.  Hay también una  clara indicación para que la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios al que se ha confiado la viña, fundada sobre Jesucristo, piedra rechazada pero convertida en  "la piedra angular", supere la tentación permanente de esterilidad y de mirarse solo a sí misma,  y busque en todas sus acciones, vivir en la luz de la verdad, de los valores evangélicos, de la justicia y la cercanía a todos los hombres.    
            Somos la viña del Señor, su viña preferida, y Él se alegra y es glorificado cuando nuestra vida camina hacia la santidad, según la propia vocación que hemos recibido y estamos  llamados a vivir en el mundo y en la Iglesia; cuando  nuestras obras buscan y realizan el bien; cuando su amor es correspondido. No siempre los frutos serán manifiestos o inmediatos, pero no cabe dudar que si permanecemos unidos a Cristo, como el sarmiento permanece unido a la vid, produciremos frutos a su tiempo. Acabo con las hermosas palabras de san  Pablo: "Finalmente hermanos, todo lo que es noble, justo, puro, amable...tenedlo en cuenta y el Dios de la paz estará con vosotros". Vivamos alegres, confiados en Dios y amparados siempre de buenos sentimientos. No son las ideologías ni el poder..., son los santos quienes cambian el mundo. Que así sea con la Gracia de Dios.

3 comentarios:

yanmaneee dijo...

vapormax
kobe 11
air jordan
timberland
nike lebron 16
jordans
100% real jordans for cheap
yeezy boost 350
adidas nmd
canada goose

Darren Demers dijo...

Somos la viña del Señor, su viña preferida, y Él se alegra y es glorificado cuando nuestra vida camina hacia la santidad, según la propia vocación que hemos recibido y estamos llamados a vivir en el mundo y en la Iglesia; cuando nuestras obras buscan y realizan el bien; cuando su amor es correspondido.
cotton king size mattress protector
fitted sheet with pocket

Anónimo dijo...

p0i59z1v90 x7w23b5g31 i7e00q0n90 v0r30c1u17 y5r30i4a99 h1u02d0k37