25 de septiembre de 2008

"RECAPACITÓ Y FUE..."

XXVI TO -A-     Ez 18,25-28/Fil 2, 1-11/ Mt 21, 28-32

 

Una primera enseñanza que nos ofrece la Palabra es la llamada a la responsabilidad personal frente al bien y el mal. El profeta Ezequiel, viendo que los israelitas tenían tendencia a refugiarse en las "culpas de la comunidad" o de los antepasados, les hace una llamada a la decisión personal. Es verdad que la conducta de cada uno repercute en la colectividad y que la comunidad influye en nuestras decisiones personales,  pero esto no nos exime  del mérito ni de la culpa: la responsabilidad de nuestra vida la tenemos nosotros. La parábola  exclusiva de Mateo, también nos pone ante la decisión personal: en el fondo, quien dijo "No quiero"pero se arrepintió, cumplió la voluntad de su padre (no así quien pronunció buenas palabras -"Voy, señor"-,  pero no fue). Vivimos en un mundo en el que tantas veces se pretende que lo verdadero sea falso y lo falso verdadero; en el que mucha gente no sabe dónde termina el  bien y empieza el mal. La confusión está servida y se hace necesario recuperar el norte de nuestra vida.  El que elige el camino del mal entra él mismo en la esfera de la muerte;  el que opta por la verdad y el bien en la esfera de la vida. Podrán haber influido en una u otra dirección el ejemplo de los demás o las estructuras, la formación, el ambiente..., pero hoy la invitación es a tomar decisiones personales, siendo responsables de nuestros actos y coherentes con nuestras palabras.

            El evangelio nos orienta también hacia otra dirección que en cierto modo es consecuencia de la primera: "Las apariencias engañan". Del mismo modo que a Juan Bautista le hicieron caso los publicanos y pecadores, pero no los dirigentes, así sucede con el mensaje de Jesús. Los fariseos decían oficialmente "sí" pero luego no cumplían; todo era fachada y apariencia que Jesús desenmascara muchas veces...; sin embargo, los pecadores acogen la llamada de Jesús ("Quien lo ha perdido todo o desespera o todo lo espera", mientras que los que se consideran ya justificados no esperan nada....). Es una gran tentación quedarnos en  la imagen y la apariencia  porque "del dicho al hecho hay mucho trecho" y "obras son amores y no buenas razones". Qué gran verdad es que no bastan las palabras, las buenas intenciones..., lo que cuenta son los hechos, el ejemplo. ("No todo el que dice Señor, Señor..."): Atender a los necesitados, realizar honestamente el trabajo, cuidar  los detalles de la vida diaria, las relaciones humanas sinceras... es decir, hacer realidad y vida los sentimientos y actitudes de Cristo que compartió nuestra condición humana y experimentó las contradicciones indisociables de esta condición....

            Pablo, en esta línea de concretar en la propia vida los ejemplos de Jesús, nos hace una llamada a la unidad y la concordia que serán realidad si "si todos tenéis los mismos sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús". Hay que construir la unidad, eliminando resentimientos y envidias;  la igualdad,  renunciando a la arrogancia-rivalidad; la solidaridad,  mirando por el interés de los demás, acogiendo a los que necesitan una mano amiga; hay que vivir en comunión -compartiendo la fe, el amor, la mesa, la acogida... con sencillez... Jesús vivió así... Todo ello es posible con la ayuda de Dios. Por eso siempre ha de quedarnos la honda esperanza de que  podemos, con su Gracia , construir mejor nuestra vida y dirigirnos a Él con las  palabras del salmo de hoy: "Recuerda Señor que tu misericordia y tu ternura son eternas...". Siempre es posible recapacitar y volver. "Los tiempos son propicios para volver a Dios", recordaba el Papa Benedicto XVI en Lourdes.

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