4 de agosto de 2008

¡ÀNIMO, SOY YO. NO TENGÁIS MIEDO!

XIX TO – A-  Rey 19,9.11-13 / Rom 9, 1-5 / Mt 14, 22-33

 

 "Te has hecho en nuestra carne pavor, llaga, condena y sepultura.

  Desde dentro del pecado, confundido con él y maldito, nos sorprendes ahora,

surgiendo de repente por el mismo centro del miedo,

del golpe, del cerco, del foso,

y en medio del susto fantasmal de tu ser luminoso,

entre el oleaje de nuestra noche rota,

nos susurras con voz estrenada de amigo:

"Soy yo, no temas. Camina sobre el agua".

                                                            Benjamín G. Buelta

 

 

*          *          *

 

Nos volvemos a encontrar, Dm., en septiembre. ¡Que Dios les Bendiga!.

1 de agosto de 2008

"DADLES VOSOTROS DE COMER..."

XVIII TO –A- Is 55, 1-3 / Romo 8, 35.37-39 / Mt 14, 13-21

            Pan, vino, agua, leche, miel, platos sustanciosos...¡y todo gratis!. Tras esta invitación subyacen  la imagen del descanso despreocupado en el paraíso, donde cualquier alimento estaba al alcance de la mano;  el  recuerdo de los alimentos que dieron vida a Israel en el Éxodo, pero destaca, sobre todo, la justicia de Dios.  Sin embargo,  estas palabras van acompañadas de una invitación: "Venid a mí, escuchadme  y viviréis". Es necesario una voluntad, un movimiento, ponerse en marcha... el que acuda no volverá con las manos vacías. Los dones de Dios no se compran; Él lo ofrece gratis a quien acude a su presencia y escucha su palabra. Y un reproche, un lamento tan actual hoy en día también: "¿Por qué gastáis el dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no harta? ¿Por qué gastarlo en bienes superfluos?".

            En el  evangelio leemos un texto cargado de simbolismo y realismo. El milagro de la multiplicación de los panes está en los cuatro evangelistas (y, por duplicado, en Mc y Mt), lo cual nos muestra el valor que la comunidad daba al relato. El número de cinco panes y dos peces (5 + 2 = 7) significa la plenitud del don de Dios. Y las «doce canastas» de sobras están significando la superabundancia de los dones de Dios. El número 5.000 representa simbólicamente una gran muchedumbre. Los apóstoles, acomodando a las gentes, repartiendo el pan y recogiendo las sobras, hacen referencia a la Iglesia, dispensadora del pan de los pobres y del pan de la Palabra y la Eucaristía.          Jesús uniendo  la palabra y el pan, nos muestra su preocupación  y su "compasión" de todo el hombre, cuerpo y alma; mira a la persona en su totalidad; busca el bien físico y moral-espiritual. A las almas les ofrece la Palabra; a los cuerpos la curación  y la comida. Además, el texto nos ofrece un detalle para superar la tentación de cruzarnos de brazo esperando pasivamente el alimento divino: Jesús no sonó los dedos para que apareciera, como por arte de magia, pan y pescado para todos. Preguntó qué tenían; invitó a compartir lo poco que había: cinco panes y dos peces y dijo "Dadles vosotros de comer". Entre el "despide a la multitud" y el "dadles vosotros de comer", la solidaridad hizo el milagro. Y es que, compartir según las posibilidades de cada uno enriquece a todos, al que da y al que recibe: "Todos quedaron saciados".

Hoy hace lo mismo: pide que pongamos en común los recursos de la tierra. Sabemos perfectamente que, bien distribuidos, puede haber recursos para todos, al menos, desde el punto de vista alimenticio. Mejor distribución, mayor justicia y solidaridad, capacidad para compartir: la solución va por aquí. Ciertamente no es fácil y menos si hablamos en términos de globalidad, pero nosotros somos ahora esa persona anónima (un muchacho según el evangelio) que tiene cinco panes y dos peces y está dispuesto a compartir los dones recibidos de Dios: ese es, en el fondo,   el gran milagro, en el que, además, se ven como diseñadas las tareas pastorales de la Iglesia: predicar la Palabra, repartir el pan eucarístico y servir el pan necesario a los pobres. El fondo profundo de este milagro es que, aunque fuera un hecho verdaderamente espectacular, no fue más que un leve signo de una profunda realidad: Dios se da a sí mismo en alimento con infinito amor para consuelo y vida de los hombres. «Yo soy el pan vivo —dice Jesús— bajado del cielo» (Jn 6,51). Es necesario que  nos abramos completamente a Jesús y le demos todo lo que tengamos sea poco o mucho, del  resto Él se encarga.

Pablo ofrece un texto poético en el que hace una lista de lo que puede temer cualquier persona: hambre, pobreza, angustia, violencia..., pero en un alarde de fe, que remite a su propia experiencia  mística  quiere  recordarnos que, confiados en el amor de Cristo,  pueden vencerse todas las dificultades. Es verdad que el corazón humano en su fragilidad puede pensar que está abandonado pero el poder de Dios se concreta en el  amor de Cristo al que toda la realidad está sometida y del que nada podrá separarnos. Que así sea con la gracia de Dios.