25 de julio de 2008

"TE DOY UN CORAZÓN SABIO..."

 XVII TO-A-  Reyes 3, 5.7-12/ Rom 8, 28-30/ Mt 13, 44-52

 

"Un hombre soñó con un gran tesoro junto al puente mayor de la ciudad que él conocía. De madrugada tomó el azadón, se puso en camino y empezó a cavar con todas sus fuerzas en el lugar que había soñado. Oiga, buen hombre, ¿qué hace ahí cavando?, le preguntó un viandante. En voz baja le contestó: esta noche he soñado que aquí había un tesoro. Es curioso; yo también he soñado con un tesoro esta misma noche. Soñé que el tesoro estaba en un pueblo, bajo una casa de dos vigas de roble que sostenían un pórtico... Y el viandante dibujó la casa y el pueblo del sueño. El hombre que estaba cavando junto al puente no dijo nada. Recogió sus cosas, corrió a su pueblo y comenzó a cavar justamente en su propia casa. Allí había estado siempre su tesoro,  pero no lo había soñado ni reconocido nunca".  ¡Cuántos tesoros falsos y cuántas perlas que quizás no lo eran tanto...! ¡Y cuántos tesoros auténticos seguirán escondidos sin que sepamos verlos y cuántas perlas preciosas jamás serán lucidas por no ser reconocidas!. No vayas fuera; busca en tu interior...

Termina el discurso de parabólico de Mt con tres breves pero profundas, parábolas exclusivas de él: nos fijamos en las dos primeras que ofrecen un mismo sentido: cuando el creyente de percata de lo que es y significa el Reino queda de tal modo fascinado por él que le concede un valor supremo en su vida y adquiere en ella una prioridad suprema. El Reino que tiene como contenido central al mismo Dios y a Cristo representa sí el absoluto sin más en su ser y en su hacer; es la "joya de la corona" por la que todo se pone a su servicio y disposición. Lo demás es añadidura. Quien se decide por el Reino y opta por los valores inherentes a él elige sin duda lo mejor  y  nadie  podrá robarle su dicha. Tiene su mérito en nuestros días elegir un valor que una parte de la sociedad tiene  "descatalogado", pero  en esto consiste la verdadera sabiduría.

Lo sugiere la primera lectura recogiendo al bendición de Dios sobre Salomón, rey sabio, porque supo elegir bien. Pudiendo pedir territorios, riquezas... solicita gobernar de modo semejante a Dios: con justicia y rectitud. Por ello pide sabiduría, discernimiento, saber escuchar para poder decir la palabra oportuna. Así es Dios, así debe ser el rey, así debe ser el cristiano: lúcido, inteligente, crítico en medio de tantas ofertas, joyas falsas, tesoros caducos que nos ofrecen. No todo vale y a veces hay que cavar hondo.

En la JMJ, Benedicto XVI recordó a los jóvenes en Sidney: "Queridos amigos, la vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias, por útiles que pudieran ser. Es una búsqueda de lo verdadero, bueno y hermoso. Precisamente para lograr esto hacemos nuestras opciones, ejercemos nuestra libertad y en esto, es decir, en la verdad, el bien y la belleza, encontramos felicidad y alegría. No os dejéis engañar por los que ven en vosotros simplemente consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la elección en sí misma se convierte en bien, la novedad se hace pasar como belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad.  Cristo ofrece más. Es más, ofrece todo. Sólo él, que es la Verdad, puede ser la Vía y, por tanto, también la Vida. (...) Jesucristo, el «camino» que colma todo anhelo humano y la «vida» de la que estamos llamados a dar testimonio, caminando siempre iluminados por su luz".

San Pablo  recuerda que "toda la humanidad" está llamada a ser comunidad de "muchos hermanos", para recibir el "perdón de Dios" y alcanzar la gloria de la Resurrección. La verdadera vocación del hombre es conformar la vida a Cristo; el destino último y definitivo del la persona es la unión con Cristo. Que así sea con la Gracia de Dios.

18 de julio de 2008

"Dejadlos crecer juntos hasta la siega..."

XVI TO –A-  Sab 12, 12.16-19 / Rom  8, 26-27 / Mt 13, 24-43

 

El libro de la Sabiduría  nos dice que Dios juzga con justicia y también con compasión e indulgencia, nunca caprichosamente. Obrando así, nos enseña a nosotros que el justo debe ser humano, comprensivo y benevolente cuando juzga a los demás... y nos da la esperanza de que, en el pecado, hay siempre  lugar para el perdón si nos arrepentimos de corazón. No podemos olvidar que somos humanos, por ahí hay, tantas veces, que empezar.

En esta línea el evangelio de hoy, continuación del domingo pasado,  nos advierte que aunque la semilla caiga en tierra buena y comience a crecer no está garantizado el éxito y nos advierte que no  es nuestra competencia decidir quién es buena semilla y quién es cizaña, quién está a favor del Reino y quién está en contra. Sólo Dios puede ser el juez justo y Él  quiere que seamos buena semilla, aunque está claro que el mal existe en el mundo y convive con el bien. En realidad todos tenemos algo de bueno y algo de malo. Gracia y pecado están representados en el binomio formado por el trigo y la cizaña. En la existencia concreta de cada persona el impulso de la Gracia y la malicia del pecado, como realidades antagónicas, están presentes a lo largo de la vida. Se trata de una vivencia permanente que no podemos negar.

Pero es curioso, y hasta sorprendente lo que nos dice Jesús: que no arranquemos la cizaña antes de tiempo porque, confundida con el trigo, podemos arrancar también la futura buena cosecha. Es decir, que aunque hay mucho mal en nuestro mundo y en nosotros mismos, no es bueno ser pesimista y verlo todo negativo.  Ciertamente que es importante plantar cara al mal y a sus manifestaciones y, a su vez, decidirse por el bien que no es otro que el amor y la misericordia de Dios pero no  hay que ser profetas de calamidades, como advertía Juan XXIII, sino ser profetas de la esperanza,  sembradores de sueños de un mundo nuevo.

La  mejor manera de luchar contra esa cizaña peligrosa que es el egoísmo será

promover en nosotros el bien y la entrega, el amor y la solidaridad. Existe la cizaña, es verdad, y mucha en nuestro mundo. Pero fijémonos mejor en el trigo que crece, que es mucho más. Hay más bien que mal, hay más personas buenas que malas. La cizaña será asfixiada por el mismo trigo, por el bien que hay en nosotros.  La cizaña de hoy puede ser el trigo de mañana. En cualquier caso, ya llegará el momento de la cosecha y será más fácil distinguir el bien del mal, el trigo de la cizaña, porque en definitiva será el Dueño de la mies quien haga esa distinción. Porque sólo Dios sabe realmente lo que hay en el corazón de cada ser humano. Dios sabe que hay que esperar.

La experiencia humana es en muchas ocasiones experiencia de fragilidad, de pobreza, por ello, Pablo nos recuerda que el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad interior. Y, ¡buena falta que nos hace! para exterminar el mal que nace dentro de nosotros mismos y para luchar contra el mal que hay en la sociedad y en el mundo, para no caer en la tentación del desánimo o de la violencia. Esto debemos hacerlo con fortaleza y valentía, al mismo tiempo que con moderación y misericordia. El mismo Pablo invitaba a vencer al mal, a fuerza de bien. Estamos llamados a trabajar para que crezca en nosotros esa pequeña semilla que se depositó en nuestra tierra el día de  nuestro bautismo, a ser levadura y fermento en medio de la masa. Que así sea con la Gracia de Dios.

10 de julio de 2008

"HABRÁ COSECHA..."

XV T.O. –A- Is 55, 10-11 / Rom 8, 18-23 / Mt 13, 1-23

 

Empezamos a leer hoy el Discurso parabólico de Jesús sobre el misterio del Reino, tercer de los cinco grandes discursos del evangelio de Mt.  Jesús, rechazado por los jefes religiosos de Israel,  ya no enseña en las sinagogas como al principio, sino  al aire libre y de forma itinerante (hoy junto al lago y desde una barca). La parábola que hemos leído hoy es una de la cuatro parábolas "de contraste" (junto con la del grano de mostaza, la levadura y la semilla que crece sola), así llamadas  porque en ellas contrasta la insignificancia de los comienzos del Reino de Dios con el gran desarrollo que alcanza posteriormente.

El sentido original de la parábola pone el acento en el éxito final de la semilla del reino que Cristo, como esperanzado sembrador, siembra generosamente. Jesús es optimista sobre el resultado del evangelio del Reino a pesar de las dificultades evidentes, incluso del fracaso inicial que él mismo experimenta, debido al rechazo de los judíos, primeros destinatarios de la semilla. En la recolección final la sementera del Reino tiene asegurada una espléndida cosecha, pues la productividad de la tierra (100, 60, 30x 1) compensa la esterilidad del camino, las piedras, las espinas.

El contenido básico de la parábola es el Reino de Dios, su oferta de salvación para el hombre. Es un anuncio de felicidad, "no fuerza que avasalla al ser humano"; su eficacia está condicionada, en parte, por la respuesta del hombre. Según Jesús el "camino para entrar en el Reino y penetrar sus secretos" es conocer y cumplir la voluntad de Dios y ésta se capta mediante la escucha de la palabra y gracias a la fe en su persona. De ahí resulta que, mientras en unos la semilla del Reino es improductiva, en otros produce mucho fruto. El verdadero discípulo de Cristo recibe con fe la semilla, pequeña pero llena de vida, de la Palabra: la acoge, abona, ama, cuida como un tesoro... y la siembra –para que arraigue- en lo profundo de su vida, para que "se haga carne" en la existencia y produzca frutos de esperanza.

La parábola del sembrador es la parábola de los padres y madres cristianos, de los catequistas, profesores de religión, educadores, religiosos y sacerdotes que un día y otro vuelven a sembrar la palabra. ¿No basta ya de sembrar? Siempre ha habido tierras impracticables, tierras frescas, tierras llenas de abrojos... pero hay que poner mucho cariño y  tiento en la sementera, lo que no vale es no sembrar o sembrar de mala gana, hay que abrir surcos para que la buena semilla pueda un día fructificar... La Palabra de Dios es comparada, por Isaías, con la lluvia que moja, empapa, fecunda y pone en marcha el ciclo de la vida haciendo que la semilla germine... y ahí, llamados a trabajar la paciencia. Todo lo que se hace por la educación de los hijos, niños y jóvenes no es tiempo perdido; no predicamos en el desierto (aunque lo parezca tantas veces). Lo sembrado, nos dice el Señor, dará su fruto; un día germinará la buena semilla, en cada uno según lo que es y puede... pues cada uno recibe el cariño del sembrador. La Palabra se resiste al derrotismo... habrá cosecha. No queda sino preguntarnos qué clase de tierra somos.

Pablo habla de  una creación que aguarda expectante su liberación en  una línea ascendente de desarrollo integral humano  que anticipa la gloria futura que poseemos ya por el Espíritu que nos  a vivir como hijos de Dios. Al mismo tiempo, nos da un toque de realismo y esperanza. En el mundo, que es un continuo nacer  y consecuentemente un continuo morir, hay dolor, insensibilidad, cosas  que no funcionan bien. La historia entera, sin embargo, sigue embarazada de promesas y esperanzas. Nuestra espera debe hacernos vencer toda tentación de desaliento y seguir empujando, a pesar de todo, para que el anhelo  de plenitud llegue a ser una realidad en nuestra historia. Que así sea con la Gracia de Dios.

3 de julio de 2008

"... Y YO OS ALIVIARÉ"

XIV TO –A-  Zac 9, 9-10 / Rom 8, 9.11-13 / Mt 11,25-30

 

Jesús termina su enseñanza a los apóstoles con una espontánea explosión de gozo; en el Evangelio  que acabamos de escuchar, muestra su acción de gracias al Padre porque la sabiduría ha llegado a la gente sencilla. Encuentra y compara Jesús esa presencia de la Palabra lejos de la fastuosidad del Templo, del boato de la aristocracia política, religiosa e intelectual de su tiempo. Y se maravilla porque el mensaje de Dios sea ya patrimonio de aquellos que no son aplaudidos, ni buscados por nadie. Y de este modo,  una vez más, Jesús incide en su opción por los más sencillos, la gente normal, honesta, sin especiales ambiciones de riqueza, ni poder.

Y muestra además,  en el pasaje que nos narra Mateo, un profundo sentimiento de amor y misericordia, también espontáneo. No es otro que llamar a los angustiados, a los cansados y desanimados  por el duro trabajo,  por la dificultad para encontrar un camino de realidades justas, solidarias  y adecuadas a la necesidad humana de cada uno. Pronuncia una de las frases más emocionantes de todo el relato evangélico. "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré". Todos nosotros, alguna vez, hemos buscado al Jesús que nos da paz, serenidad y alivio. Y le hemos pedido, en medio de las prisas y los agobios,  que nos deje descansar junto a Él.

Pero hay más, mucho más. Les expresa a los discípulos –y a nosotros mismos—algo que, como otras cosas de Jesús, parece contradictorio. Dice: "Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera". ¿Un yugo es llevadero?. Más  bien es un instrumento que impide cualquier movimiento que no sea llevar la carga y caminar en la única dirección indicada. En el contexto evangélico recuerda el sistema legal que, en la época de Jesús regía al pueblo, tenía 613 mandamientos difíciles de conocer y cumplir literalmente como pedían los dirigentes religiosos. En esta situación Jesús  pide a los discípulos que acepten el yugo porque el suyo es llevadero y la carga ligera, pues  brota del amor y va mucho más allá de normas y obligaciones. Y además les ruega que, como Él, acepten y sean mansos y humildes de corazón. Él lo es. No está pidiendo a los apóstoles algo que no haya hecho ya. Es una lección de humildad de un Dios que ha venido, en Jesús, a compartir con su Presencia nuestra condición humana, cercano y solidario con nuestros gozos y esperanzas, angustias y tristezas, suavizando y aligerando el "yugo" de la existencia...."Sí, Padre, así te ha parecido mejor". 

San Pablo, como hemos escuchado, sigue trazando su camino de perfección, su idea sobre la santidad que hoy es perfectamente válido para nosotros. Esa prioridad del Espíritu, frente a las apetencias de la "carne" (que en Pablo no designa al cuerpo humano sino a las tendencias que nos alejan de Dios), es camino de santidad y salvación. Es la doctrina que se incluye en la Carta del Apóstol Pablo a los Romanos que estamos leyendo. La cuestión no es tanto vencer a la "carne" a base de  mortificaciones corporales, sino en dar entrada en nuestra vida (cuerpo, alma) al Espíritu que es de Cristo y de Dios;  de dejar  que los caminos impulsados por el cuerpo no sean una dificultad para iniciar esa vida de santidad, la autentica vida; sólo la Presencia de Jesucristo en la vida justifica; sólo la presencia de quien es Bueno, nos hace buenos...

Tenemos la ocasión de aceptar la sombra refrescante  que el  propio Jesús nos ofrece. Ojalá seamos capaces de añadir a nuestras vacaciones la calma necesaria para que  sean una ocasión  de vivir serenamente las relaciones familiares, humanas y la vida de cada día, "descansando confiadamente en el Señor". Que así sea con la Gracia de Dios.