17 de junio de 2008

"No tengáis miedo..."

 XII DOMINGO TO -A- Jr 20, 10-13 / Rom 5, 12-15 / Mt 10, 26-33

            Continuamos la lectura del Discurso misionero con las instrucciones a los Doce al partir a la primera misión apostólica. Lo que el Señor les dice refleja ya  una situación de persecución a la comunidad y va dirigido a los cristianos de todos los tiempos: ¡No tengáis miedo!. Por tres veces repite Jesús esta frase para disipar las raíces del temor e invitar, desde la confianza radical en la Providencia del Padre,  a no temer ni siquiera la muerte. Y esto, por tres razones:

. por la fuerza incontenible del evangelio que adquiere transparencia aun en las peores circunstancias: "Lo que os digo de noche, decidlo a pleno día y lo que os hablo al oído pregonadlo desde la azotea". Instrucción que conecta con el mandato misionero de Jesús: "Id por todo el mundo y proclamad el evangelio" y que muestra que el evangelio tiene en sí mismo la fuerza indestructible de un mensaje de salvación y liberación para el hombre...

. por la inviolabilidad interior de la persona: "No tengáis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar al alma". Los tiranos pueden matar la libertad de expresión y de acción y, por la violencia, la vida física, pero no pueden destruir a la persona, su espíritu, su libertad interior."Al hombre se le puede arrebatar todo salvo la última libertad: la elección de su propio camino" (V. Frankl)

. por la providencia de Dios sobre sus hijos: si él cuida de los más insignificantes seres de la creación ¡cuánto más se preocupará de nosotros, sus hijos!, por eso "... no tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones". Providencia divina, no astros, ni ciego destino...

            ¡"No tengáis miedo":  ¿No es verdad que, a veces, no nos atrevemos a lanzarnos por el camino de Jesucristo porque tenemos miedo de nosotros mismos?  Recordemos lo que hemos escuchado en "Confesión" del profeta Jeremías que descubre su desgarrada crisis personal a causa de desprecio... El vivió en momentos difíciles, cuando todo  parecía que se derrumbaba. Pero entonces surgió vigorosa su palabra en nombre de Dios: no pongáis la confianza en vosotros mismos sino en el Señor. Porque el Señor es como fuerte soldado que lucha con los débiles y oprimidos. Su lamento se convierte en alabanza al Dios que cumple su palabra, está a su lado, le libra de las manos del impío...

            Trabajar por el Reino de Dios, por un mundo más fraternal y más justo, es el trabajo que Jesús  nos propone porque es su trabajo, su lucha, su camino. Por eso El es el fuerte soldado que lucha en nosotros. De ahí que desconfiar de nosotros mismos, tener miedo de nosotros mismos, es desconfiar y tener miedo del Espíritu de Jesús que lucha en nosotros. Es normal que nos cueste ser testigos del evangelio, pero, como nos recuerda Pablo, por nuestra situación de redimidos,  la gracia de Dios sobreabunda al pecado, a la debilidad. "Nadie tiene derecho a esperar ir al cielo por un camino alfombrado de rosas, por que no fue ese el camino seguido por Jesús. Su camino estuvo alfombrado de espinas y cruzado de dolores. El siervo no puede pretender tenerlo más fácil que su Señor" (Tomás Moro).

            "¡No tengáis miedo!". Ni de nosotros mismos ni de los demás. La fuerza de Dios que no está en el poder, en el dinero, en la violencia sino  en el amor, en la justicia, en la bondad, es mas fuerte.  El cristiano está llamado a esta lucha constante. No contra nadie pero sí contra todo mal, contra todo lo que significa no respetar los derechos y la dignidad  de cada hombre y mujer, los derechos de los más pequeños y débiles, de cada pueblo... Esta confesión no se "reserva" para situaciones límite (martirio)... es tarea de todos los días en los mil detalles de la  existencia cotidiana. "Sabemos de quien nos hemos  fiado. Que así sea con la Gracia de Dios.

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